El aire exterior también transporta alérgenos como el polen y el polvo. Estas partículas pueden causar estornudos, irritación y molestias respiratorias. Para las personas sensibles, esto puede ser suficiente para interrumpir una noche entera. Los expertos en sueño recomiendan limitar esta exposición, especialmente en primavera y otoño.
La contaminación acústica es otro problema. Una ventana abierta deja entrar el ruido exterior. Un coche que pasa, una voz fuerte o una sirena son suficientes para interrumpir el ritmo del sueño. Incluso un simple despertar nocturno puede afectar la calidad general del sueño y aumentar la fatiga al despertar.
Algunas personas duermen más profundamente cuando se sienten seguras. Una ventana abierta puede causar malestar psicológico. Esta sensación, aunque leve, afecta la relajación y retrasa el sueño.