Un pasajero de primera clase juzgó a la mujer que estaba a su lado por su apariencia; entonces, el anuncio del capitán provocó aplausos de toda la cabina.

Un pasajero de primera clase juzgó a la mujer que estaba a su lado por su apariencia; entonces, el anuncio del capitán provocó aplausos de toda la cabina.

 

Un encuentro inesperado en primera clase.
La cabina de primera clase estaba casi llena cuando Richard Dunham subió a bordo, cargando con su equipaje de mano de cuero italiano. Se ajustó la solapa de su traje a medida y recorrió con la mirada las filas hasta encontrar su asiento: el 4B. Una ubicación privilegiada. Sonrió con aprobación.

Entonces la vio.

En el 4A se sentaba una mujer cuya figura sobresalía ligeramente de su asiento. Vestía un suéter gris holgado y pantalones deportivos, con el pelo encrespado recogido en una coleta corta. A sus pies yacía una mochila desgastada. Parecía fuera de lugar, como si se hubiera equivocado de avión.

Richard frunció los labios.
“Disculpe”, dijo, dándole una palmadita en el hombro. “Es primera clase”.
Ella levantó la vista, sorprendida. “Sí. Estoy en la 4A”.
“¿Segura?”
Asintió y mostró su tarjeta de embarque con una sonrisa tímida.

Murmurando entre dientes, Richard se deslizó al 4B, haciendo una mueca al rozarse los brazos. Lo primero que hizo fue pulsar el botón de llamada a la azafata.

Un comienzo difícil.
Cuando llegó el encargado, Richard se inclinó hacia delante. «Debe haber otro asiento. Este es… estrecho. Algunos incluso pagamos por esta sección».

La mujer a su lado se giró hacia la ventanilla, con las mejillas sonrojadas.
«Lo siento, señor», respondió la azafata, «pero el vuelo está lleno, tanto en primera como en clase turista».

Richard suspiró con fuerza. “De acuerdo. Terminemos con esto de una vez”.

Mientras el avión ascendía entre las nubes, sus quejas continuaban. Murmuraba sobre “bajos estándares” y “aerolíneas baratas”, mirándola fijamente cada vez que se movía.

 

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