Esto es lo que sucede después de varias semanas de abstinencia sexual.
El cerebro, privado del cóctel químico eufórico de las relaciones íntimas, puede sentirse en huelga. La oxitocina y las endorfinas, conocidas respectivamente como la “hormona de la felicidad” y el “analgésico natural”, actúan como un escudo contra el estrés. Sin ellas, algunas personas experimentan mayor ansiedad o baja moral. El contacto físico, a menudo subestimado, sigue siendo crucial para mantener el equilibrio emocional.
Libido: La llama se apaga… o se reaviva.
La abstinencia a veces actúa como un freno al deseo, creando un círculo vicioso donde una menor actividad conlleva menos deseo. Sin embargo, existe el efecto contrario: una pausa forzada o elegida puede reavivar la llama, transformando la anticipación en el motor del deseo. Todo depende de si soportamos o aceptamos esta fase de calma.
El cuerpo femenino: Cambios sutiles pero perceptibles.
En las mujeres, la disminución de la lubricación natural o la pérdida de elasticidad vaginal pueden hacer que reanudar las relaciones sexuales sea incómodo. Estos efectos, a menudo asociados con la abstinencia prolongada, nos recuerdan la importancia de escuchar a nuestro cuerpo y tomarnos el tiempo para reconstruir la intimidad física.
El cuerpo masculino: Una amenaza a tener en cuenta