Un médico se negó a tratar a la hija de un hombre negro pensando que era pobre; al día siguiente, perdió su trabajo

Un médico se negó a tratar a la hija de un hombre negro pensando que era pobre; al día siguiente, perdió su trabajo.

“Saquen a este hombre de mi oficina; no trato a gente que no puede pagar”.

Las palabras cortaron el pasillo del hospital como el hielo. El Dr. Richard Hayes, un médico respetado del Hospital St. Mary, estaba de pie con los brazos cruzados, mirando fríamente al hombre frente a él: un padre negro que sostenía a su hijita inconsciente. El nombre del hombre era Marcus Green, un supervisor de construcción que había llevado de urgencia a su hija de siete años, Lily, a la sala de emergencias después de que ella se desplomara en la escuela.

Marcus, cubierto de polvo y sudor del trabajo, parecía desesperado. “Por favor, doctor”, rogó, “está ardiendo en fiebre. Pagaré lo que sea necesario”.

Pero Richard no escuchó. Su mirada pasó de las botas gastadas de Marcus a su camisa sucia y finalmente a sus manos temblorosas que aferraban a Lily. “Hay una clínica gratuita en el centro”, dijo el médico secamente. “Pruebe suerte allí”.

Las enfermeras intercambiaron miradas incómodas, pero ninguna se atrevió a interferir. Marcus sacó a Lily del hospital en brazos, mientras las lágrimas corrían por su rostro. Una joven residente, la Dra. Emily Torres, no pudo soportarlo más y los siguió hasta el estacionamiento. “Señor, por favor, tráigala a mi clínica. Yo me encargaré de ella”, dijo en voz baja.

Esa noche, Emily se quedó despierta hasta el amanecer estabilizando a Lily. Cuando la pequeña finalmente abrió los ojos, Marcus se derrumbó de alivio. Lo que Emily no sabía era que Marcus no era un simple trabajador de la construcción: también era el jefe de una importante firma de desarrollo urbano que trabajaba en una asociación multimillonaria que involucraba al propio hospital.

A la mañana siguiente, todo cambió.

Cuando Marcus llegó al hospital al día siguiente, ya no llevaba ropa de trabajo polvorienta. Vestido con un elegante traje gris, entró en la sala de juntas junto a los directores del hospital. La sonrisa confiada del Dr. Hayes se desvaneció en el momento en que lo vio.

“Señor Green, ¿qué hace usted aquí?”, tartamudeó.

 

 

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