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Controla la cantidad de sal: Prefiere versiones caseras sin exceso de sal y sazona de forma justa.
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Desengrasa antes de servir: Si el caldo se enfría, la grasa se solidifica arriba; retirarla puede reducir significativamente su contenido graso.
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Varía con otras fuentes de colágeno: Alternar con caldo de pollo, pescado o guisos vegetarianos puede aportarte variedad nutricional y menor riesgo de exceso de algún componente.
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Consume con balance: Incluir verduras, legumbres o cereales integrales junto al caldo ayuda a mantener una dieta equilibrada y evitar un consumo excesivo de calorías o grasa.
Reflexión final:
El caldo de res puede ser una excelente adición a la dieta, siempre que se prepare con cuidado y se consuma con moderación. Sus propiedades nutritivas —como la aportación de colágeno— lo convierten en un aliado para el bienestar, pero es fundamental minimizar los posibles riesgos como el exceso de sodio, grasa o contaminantes.
¡La clave esté en su calidad, forma de elaboración y la frecuencia de consumo!