El encuentro casual en el autobús
Ocurrió durante un viaje normal en autobús. Apretada entre desconocidos, Eleanor escuchó a dos hombres trajeados hablando con urgencia.
“Tiene sesenta y cuatro años y vive en Oakwood”, dijo uno de ellos. “Eleanor Jensen. Es la última heredera que no hemos encontrado”.
Su nombre. Claro como el agua. Se quedó sin aliento. ¿Podría ser un error?
“No tiene ni idea de lo que le espera”, respondió el otro. “Su tío Robert Wilson le dejó todo. Más de tres millones”.
Eleanor se quedó paralizada, con el corazón latiendo con fuerza. ¿Yo? ¿La mujer que apenas pagaba el alquiler? ¿La mujer que trabajaba hasta la muerte para alimentar a su familia? La idea parecía una fantasía. Sin embargo, el destino ya le había dado un nuevo rumbo a su vida.
Explotación doméstica
Esa noche, Eleanor regresó y se encontró con la misma escena cruel. Brandon estaba desplomado en su sillón favorito, con los pies ensuciando la mesa de centro. Ashley yacía a su lado, revisando la información de su teléfono.
“¿Dónde está la cena?”, ladró Brandon. “Y nada de comida barata. Pide algo decente.”
Ashley añadió con indiferencia: “Tal vez deberías conseguir un tercer trabajo. No podemos vivir así para siempre”.
El desprecio en sus voces era insoportable. Creían que solo existía para servir. Incluso se atrevieron a afirmar que eran su razón de ser, convirtiendo sus sacrificios en prueba de que los necesitaba.
Pero pronto la situación estaba a punto de cambiar.
Los abogados vienen
Unos días después, sonó el timbre. Aparecieron dos abogados elegantemente vestidos: Peter Wallace y Theodore Vance.
“Señora Jensen”, dijo Peter en voz baja, “estamos aquí para confirmar que usted es la única heredera de los bienes del Sr. Robert Wilson”. Le entregó los documentos sellados y notariados. “Ahora es usted la beneficiaria de 3,4 millones de dólares”.
La habitación daba vueltas. Eleanor se aferró al respaldo de una silla. Su tío, distante pero amable, por fin se había acordado de ella.
Al otro lado de la sala, Brandon y Ashley permanecieron en estado de shock. Por primera vez, su arrogancia se transformó en un silencio atónito.
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