— Respirar profundo y lento, dejando que el abdomen se infle y se desinfle como una ola tranquila. — Tararear, cantar, rezar en voz baja… las vibraciones que recorren tu garganta despiertan al vago. — Salpicar agua fría en el rostro o aplicar una toalla fresca en el cuello. — Meditar, agradecer, caminar despacio, acariciar a alguien que amas. — Masajear con suavidad detrás de tus orejas o en el lateral del cuello. — Y, sobre todo, conectar con calma y seguridad, con otros y contigo mismo. Activar el nervio vago es un acto de amor propio. No se ve, pero se siente. Es una forma de decirle a tu cuerpo: “estás a salvo”. Y cuando tu cuerpo lo cree, empieza a sanar. Crédito al autor