De hecho, los clavos son capullos de clavo que se insertan en la cebolla sin pelar. La versión tradicional utiliza de 5 a 6 clavos, que desprenden un aroma delicado y ligeramente picante.
Esta cebolla se usa no solo en caldos, sino también para freír o saltear platos. Por ejemplo, se puede añadir a una sartén con carne, mezclar con verduras o incluso acompañar un rollo de rosbif.
Los clavos actúan como un potenciador natural del sabor, realzando las notas predominantes del plato.
Este truco ha convencido a chefs de todo el mundo, quienes han descubierto que con los clavos, incluso las recetas más sencillas adquieren un aroma sofisticado y complejo.
Prueba a añadir una cebolla con clavos a sopas, gulash o guisos, y descubre cómo un plato común puede adquirir una nueva profundidad.
Usar esta especia no es solo una tradición culinaria, sino una forma de explorar nuevos sabores y aromas de maneras inesperadas.