La evolución de la retinopatía diabética es insidiosa. En sus etapas iniciales, puede ser completamente asintomática, mientras el daño en el fondo del ojo ya ha comenzado. Con el tiempo, los síntomas pueden manifestarse como visión borrosa o fluctuante, manchas oscuras o “moscas volantes” en el campo visual, áreas de visión perdidas e, incluso, en casos avanzados, una pérdida severa de la vista.
La clave para preservar la visión reside en la prevención y el diagnóstico precoz. Un control estricto de los niveles de glucosa, la presión arterial y el colesterol es la piedra angular para retrasar o prevenir la aparición de la enfermedad. Además, las personas con diabetes deben realizarse exámenes oculares periódicos con dilatación de pupila, realizados por un oftalmólogo. Estos chequeos permiten detectar signos de retinopatía mucho antes de que la visión se vea afectada, abriendo la puerta a intervenciones tempranas.