El concepto de estimular eléctricamente el corazón tiene más de un siglo de historia. A finales del siglo XIX, los médicos ya habían comenzado a experimentar con electricidad para revivir corazones que se detenían. Sin embargo, los primeros dispositivos eran demasiado grandes y rudimentarios.
En 1958, el ingeniero Rune Elmqvist y el cirujano Åke Senning realizaron el primer implante exitoso de un marcapasos completamente implantable en Suecia. Aunque aquel dispositivo tenía limitaciones y su batería duraba apenas horas o días, abrió un camino que cambiaría la medicina cardiovascular para siempre.
Con el paso de las décadas, la tecnología evolucionó:
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En los años 70 y 80 surgieron las baterías de litio, que permitieron que los marcapasos funcionaran durante muchos años sin necesidad de recambio inmediato.
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En los 90, los dispositivos se hicieron más inteligentes, capaces de adaptarse al nivel de actividad física del paciente.
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En la actualidad, existen marcapasos inalámbricos, del tamaño de una cápsula, que se insertan directamente en el corazón a través de un catéter.
El desafío de los marcapasos actuales