2 cucharadas de semillas de chía: Estos pequeños superalimentos aportan una cantidad extraordinaria de nutrientes en un espacio mínimo. Las semillas de chía son ricas en ácidos grasos omega-3, fibra, proteínas y minerales como calcio y magnesio. Cuando se hidratan, forman un gel natural que actúa como aglutinante, reemplazando parcialmente la función del gluten en panes tradicionales.
1 taza de agua tibia: El agua tibia es esencial para activar las propiedades gelificantes de las semillas de chía y facilitar la hidratación de la avena. La temperatura adecuada acelera el proceso de formación del gel de chía, creando la textura necesaria para la masa del pan.
2 huevos: Los huevos funcionan como elemento estructural y aglutinante, proporcionando proteínas de alta calidad y ayudando a mantener unida la masa. También contribuyen a la textura esponjosa del pan y aportan vitaminas del complejo B y vitamina D.
1/4 taza de yogurt natural o griego (opcional): El yogurt añade cremosidad y un sutil sabor ácido que equilibra los sabores del pan. Además, aporta probióticos beneficiosos para la salud digestiva y proteínas adicionales. Su acidez natural también ayuda a activar el polvo de hornear.
1 cucharadita de polvo para hornear: Este agente leudante es crucial para lograr que el pan tenga una textura aireada y no resulte demasiado denso. Proporciona el impulso necesario para que la masa crezca durante el horneado.
1/2 cucharadita de sal: La sal no solo realza todos los sabores del pan, sino que también regula la fermentación y fortalece la estructura de la masa. Es fundamental para equilibrar la dulzura natural de la avena.