Hace unos días, una enorme paloma negra entró por la ventana de mi casa. Al verla, recordé las palabras de mi madre, quien solía decir que esos insectos eran de mal agüero.Sin hacer ningún comentario, pedí ayuda para sacarla, y la persona que me acompañaba, muy espantada, aseguró que le habían dicho que esas “mariposas negras” anuncian la muerte de un familiar. Por supuesto, le respondí que no era así y que no debía tener miedo.
¿De dónde viene, entonces, esta tradición de señalar a esos pobres insectos como mensajeros de la muerte?
En Mesoamérica, antes de la llegada de los españoles, varios pueblos asociaban las mariposas negras o polillas grandes (como la Ascalapha odorata, conocida como “mariposa de la muerte” o tzitzimime en náhuatl) con deidades o espíritus relacionados con la guerra, la noche y el inframundo. Entre los mexicas, por ejemplo, ciertas mariposas oscuras eran vistas como presagios de batallas o desgracias.