Vivió un siglo y sabe de lo que habla: una oncóloga nombró 2 productos que ella ha evitado toda su vida

 

 

 

Al formarse como médica y atender pacientes, comenzó a registrar no solo síntomas clínicos, sino también hábitos alimentarios de cada uno. Descubrió una relación evidente: el cáncer aparecía con mayor frecuencia en personas con dietas cargadas de ciertos productos.

Dos categorías destacaban con claridad: el azúcar refinado y los embutidos industriales.

El azúcar: combustible silencioso de las células malignas

A partir de mediados del siglo XX, el azúcar se popularizó masivamente: dulces, golosinas y productos azucarados se volvieron comunes. Paralelamente, ella observó un incremento en los casos de cáncer en personas jóvenes con dietas altas en azúcar. Científicamente se sabe que las células cancerosas consumen glucosa a un ritmo mucho mayor que las células sanas, y el consumo excesivo de azúcar también favorece la inflamación.

Por decisión personal, eliminó completamente el azúcar refinado de su dieta. Con el tiempo, redescribió su percepción del sabor: la dulzura natural de las frutas como bayas, manzanas o zanahorias le resultaba más que suficiente.

Embutidos: apariencia atractiva con contenido cuestionable

Los embutidos, como salchichas, fiambres y conservas, se convirtieron en un símbolo de progreso. Sin embargo, la oncóloga observó que quienes los consumían con frecuencia presentaban mayores riesgos de cáncer digestivo, como cáncer de estómago o colon. Sostiene que estos productos contienen nitritos, fosfatos, colorantes y otros aditivos, que durante la digestión pueden generar sustancias cancerígenas.

Ella calificó esos productos como “veneno conveniente”: fáciles de consumir, pero con potencial dañino. Por eso optaba por alimentos simples: carne hervida, pescado, verduras frescas.

Su estilo de vida como fórmula de longevidad

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