Régimen diario equilibrado
Su día comenzaba con agua tibia con limón y una cucharadita de aceite de linaza. El desayuno consistía en avena con bayas o requesón, el almuerzo en sopa y carne sencilla con vegetales, y la cena era ligera: ensalada o pescado. Nunca comía después de las seis de la tarde. Según ella, “el estómago necesita descanso”
Movimiento constante
Incluso cerca de los cien años, caminaba unos 2,5 kilómetros al día hasta su trabajo. No necesitaba un gimnasio: caminaba como parte de su rutina cotidiana. Para ella, el movimiento era “el mejor medicamento”.
Tranquilidad emocional